El pasado día 29 de noviembre celebré mi cumpleaños, un día hermoso para recordar, pasado en compañía de familiares y amigos; más que el día de mi cumpleaños parecía el día de Reyes con tanta celebración y regalos. Son de esos días que por mucho tiempo que pase, no se pueden olvidar.
Una de las primeras sorpresas que recibí me la trajo el cartero casi a primera hora de la mañana y cuando vi el remitente, antes de abrir nada, pensé: me lo cargo... efectivamente era mi querido Pedro, más conocido por todos como Pedrete. No voy a deciros nada de él a nivel personal que no haya dicho ya, porque caería en redundancia y porque en la vida hay relaciones tan especiales que no se pueden describir con palabras (y esta es muuuy especial).
Con el pulso acelerado como una niña pequeña abrí la caja y me encontré con una de sus maravillas, tan deseadas por tanto tiempo. Desde que supe de su existencia y antes de conocernos personalmente, me enamoré de sus trabajos, su estilo, su buen gusto y buen hacer. No hay detalle que se le escape. Meticuloso y preciso, consigue un porte en su trabajos que pocos artesanos logran y es que cuando las cosas se hacen desde el cariño y las ganas de trabajar, buscando superarse en cada puntada, se obtienen auténticas obras de arte. No es amor de amiga, podeis comprobarlo en estas fotos, que seguro que os embelesan como a mí.
¡¡Un millón de gracias, Pedro!! me has regalado un sueño.